Estuvieron deambulando sin rumbo fijo durante meses, comiendo lo que encontraban en el camino: animales muertos, frutas y hortalizas de los pequeños huertos…
Tras duros meses de recorrido inútil, los que se escaparon, descubrieron una aldea. Allí tenían una vida bastante simple: cultivaban su propia comida, criaban animales, vivían en varios grupos pero en un mismo pueblo…
Descubrieron la aldea a principios del año 798 A.C.; sin embargo, los exploradores pensaron que sería mejor no decir nada y refugiarse allí hasta el final del secuestro. En el momento en que sabían sus costumbres, sus rituales, sus modos de vida y sabían que Hispania estaba libre, anunciaron que había un nuevo pueblo.
Los pueblos vecinos fueron a visitar la aldea; al llegar y ver que llegar hasta allí era tan complicado, la llamaron “La Aldea Perdida”. A la población de ésta, no le pareció bien porque parecía que estaban apartados de la sociedad; pero, los que los descubrieron, no cambiaron el nombre del nuevo pueblo.
Como los aldeanos estuvieron hablando bastante rato entre ellos, los ciudadanos se preocuparon y dijeron:
-¿Ocurre algo?-dijo un vecino del pueblo de al lado.
-No, nada, nada- respondió el jefe de la tribu.
-Ah vale, sólo era eso- contestó el vecino.
-Bueno sí- introdujo el jefe.
-¿El qué?- preguntó el vecino.
-Pues que el nombre que le han puesto a nuestro pueblo no nos parece apropiado, no estamos de acuerdo. Y además es como si estuvieran ustedes riéndose en nuestra cara; la aldea perdida por qué, porque estamos muy lejos de la ciudad, porque es muy difícil llegar hasta aquí o por qué entonces- dijo alzando la voz cada vez más la mujer del jefe.
-¿Y qué quiere que hagamos?- dijo aturdido el vecino por el discurso de la señora.
-Pues que cambien el nombre o que hagan más famosa nuestra aldea.
-¿Y cómo hacemos eso?- preguntó el ciudadano.
-Pues diciendo que habéis descubierto una aldea desconocida y trayéndoles a que nos conozcan y nosotros conocerles- contestó cansado el jefe.
-Vale, a ver si lo he entendido. Lo que ustedes quieren es que hagamos llegar a todos los oídos de nuestra ciudad que ustedes existen- dijo el vecino.
-Muy bien, te ha costado pero lo ha entendido, te voy a dar un premio- le contestó cansado el aldeano.
El que habló con el aldeano dijo a todos los ciudadanos que habían ido a visitar el pueblo que hicieran lo acordado. Toda la población sabía que ellos existían tras habérselo dicho los que fueron a conocer el pueblo.
Decidieron guiar el camino que llevaba a la aldea para saber que todos los que iban no se perdían o se quedaban en el camino.
Los ciudadanos querían que los nuevos ciudadanos fueran a vivir a sus pueblos pero, como no podían estar todos juntos, rechazaron la propuesta y se quedaron a vivir en su aldea centenaria.
Cada vez que querían verse quedaban en un sitio diferente, y allí pasaban las horas hasta la puesta de sol cuando todos se despedían y marchaban cada uno para sus casas.
Todos eran felices a pesar de no poder estar todos juntos.
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