- No me mientas, dame todo lo que tengas o morirás.
- De verdad que no tengo nada.
- ¡Pues dame tu tambor!
- De acuerdo, pero déjeme tocarlo por última vez.
- De acuerdo, pero no esperaré más de dos minutos.
El soldadito empezó a tocar el tambor y el ladrón a bailar. No podía parar y éste dijo:
- ¡Vamos! Deja ya de tocar y dame el tambor.
El tamborilero siguió tocando sin hacerle caso, mientras huía hacia su casa para que el ladrón no pudiera perseguirle.
Muy bueno. Buen final, sabías lo que querías escribir. Nacho.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho Julia. Nicole
ResponderEliminar