El soldadito se olvidó del encantamiento que le hizo la viejecita y siguió su camino.
De repente sentado en un árbol se encontró con un niño rubio.
-Hola.
-Hola ¿Qué tal?
-Bien pero con hambre.
-Sí, pues si pudiera te ayudaría, pero no tengo ni para comer.
-¿Seguro? busca bien en tu mochila.
-Pero ¡si no tenía nada! y ahora mira dos trozos de pan.
-Huy que ricos ¿me das uno?
-No, te voy a dar los dos tú lo necesitas más que yo.
-Gracias.
-Chao.
Siguió caminando, y se encontró un viejecito.
-Hola.
-Hola ¿Qué tal?
-Bien pero con frío.
-Si pudiera te ayudaría pero no tengo con que ayudarle.
- ¿y en tu mochila qué llevas?

- ¿Me darías 1?
-¡No , le voy a dar los 2 para que quede bien abrigado!
-Gracias.
- Adiós soldadito.
El soldadito siguió su camino y llegó a su pueblo.
Después de la guerra su casa había quedado en ruinas y no tenía nada de nada.
Pensó – tocaré mi tambor y se me pasará el hambre y el frío.-
De repente todo el mundo empezó a bailar.
El soldado, no se acordaba del encantamiento de aquella viejecita.
Cuando él paraba de tocar la gente paraba de bailar, y le echaban monedas, así poco a poco y a base de tocar mucho pudo reconstruir su casa y comprar comida.
Hola Silvia soy Laura me a gustado tu relato, chao
ResponderEliminarya nos comunicaremos en la procxima carta chaoooo.