La bruja tan enfadada maldijo el pueblo cien años. La mayoría de los aldeanos no se lo creyeron hasta que un día emperezaron a arder veinte casas. En un principio los aldeanos no sabían porque era eso hasta que un hombre muy listo que vivía ahí recordó cuando había echado la maldición al pueblo. Avisó a los aldeanos que vivían recientemente, en el pueblo. La gente que llevaba un año en el pueblo preguntó al hombre que llevaba tanto tiempo el porqué y este les contó lo de la arrogancia del alcalde.
Llamaron a la bruja para que lo cambiase. Ella quería que el alcalde no fuera así, y el alcalde dijo que no, y la bruja dijo que aumentaba más años la maldición. El alcalde le daba todo igual pero los ciudadanos no querían un alcalde así.
La gente enfadada tocaba la puerta del alcalde. Casi todos los meses rezaban para que la maldición se fuera y la bruja veía como sufría la gente. El alcalde estaba arrepentido por haber decepcionado a su gente.
Así que aunque el alcalde no dio su brazo a perder, esta pidió perdón. Ya no voy a ser arrogante. La bruja quitó la maldición, y los ciudadanos estaban felices, así que hicieron una fiesta para celebrar que ya no hubiese maldición.
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