Que tiemblen Edgar Allan Poe, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges... pues ya están aquí los "relatistas" del futuro.

Desde un rincón de Vallecas, derrochando creatividad mientras buscan su estilo, tengo a bien presentarles estas pequeñas joyas literarias. ¿Quién sabe si será el comienzo de algún gran escritor?

Mientras salimos de dudas estos jóvenes "cuentistas" continuarán sacándole punta al lápiz.

martes, 3 de marzo de 2015

INFELIZ NAVIDAD A TODOS

Papá Noel y sus duendes mágicos estaban en el taller haciendo lo mismo que todos los años: leyendo cartas, haciendo juguetes, etc... Todo era normal, pero... la duende Carol empezó a gritar, fue corriendo hasta la oficina de Papá Noel y dijo:

- ¡Papá Noel! Ha pasado lo que nadie esperaba. Su hermano le ha enviado este telegrama:

“Querido hermanito, creo que ya sería hora de que nos veamos cara a cara para resolver nuestras diferencias. Te deseo una Infeliz Navidad. Saludos. Tomilson”

Cuando Carol termino de leer la carta, Papá Noel tenía los ojos como platos y la boca abierta, entonces dijo:
-Carol, hay que avisar a los duendes.

Enseguida, Papá Noel pidió atención y apenas terminó de contar la noticia... todas las luces se apagaron de repente, los troncos de la chimenea dejaron de arder y un fuerte viento entró en el taller.

Los duendes mágicos comenzaron a gritar asustados, y buscaron un escondite lo más rápido que pudieron.

Entonces, de la oscuridad apareció un hombre alto, delgado, sin barba, vestido todo de negro ( lo contrario a Papá Noel): era TOMILSON, el hermano malvado, que dijo con voz muy grave y gritando con todas sus fuerzas:

-¡¿DÓNDE ESTÁ NOEL?!

- Aquí estoy -respondió Papá Noel, con calma.

- Pues muy bien. Ha llegado la hora que desde hace muchos, pero muchos años he estado esperando tu “famosidad”caerá, ningún niño en el mundo tendrán regalos y morirá ese horrible espíritu navideño de una vez por todas. Ya tendrás noticias mías- y sin más, desapareció en la oscuridad.

Los duendes, se quedaron sin palabras, algunos lloraban en voz baja y otros miraban con rabia el sitio donde había desaparecido el horrible Tomilson.

Entonces, Papá Noel habló, con voz calmada y suave.

- Duendes, no podemos permitir que los niños queden desprotegidos y sin regalos, y tampoco podemos permitir que Tomilson arruine para siempre la Navidad. Así que haremos una cosa: preparad todos los juguetes a escondidas y no salgáis hasta que yo os lo diga, por favor.

Los duendes mágicos, empezaron a recoger todas las cartas y se las llevaron al Escondite, un lugar que tenían preparado para ocaciones como estas, donde había de todo: comida, agua y otro taller más pequeño, para poder cumplir los encargos en caso de emergencia.

Fue entonces que Papá Noel, ayudado por Carol fue a avisar de lo sucedido a personas de toda su confianza en el mundo entero. Y en dos días reunieron a todos los niños que habían sido buenos y estaban dispuestos a ayudar y se fueron a defender el hogar de papá Noel.

Mientras esto sucedía el mundo, poco a poco se había ido convirtiendo en un lugar cada vez más frío y sin alegría: las personas mayores se gritaban unos a otros en las calle por cualquier bobada, algunos niños se peleaban sin razón y había árboles navideños caídos por todos lados con sus guirnaldas colgando apagadas en las ramas y el suelo.

Apenas llegó a su oficina, con los amigos que había reunido se encontró con que en su escritorio había un disco; así que lo cogió y lo puso en su reproductor de vídeos. Era de Tomilson y decía: “Hermano, aunque cierres tu taller con paredes de hierro, escondas a tus queridos duendes mágicos y hagas un ejército de niñitos buenos no podrás vencerme porque yo también tengo un ejercito, pero, de duendes malos. Muajaja. Pronto nos veremos. Adiós”.

Entonces, una vez más, las luces se apagaron, la chimenea dejó de arder y se escuchó una voz atronadora:

- ¡¡¡Infeliz navidad a todos!!! Buauajajajajaaa...

A todos se les heló la sangre en las venas. A lo lejos se escuchaban los gritos de las personas intentando encontrar refugio y el estruendo de los pocos árboles navideños que quedaban en pie al caer con sus adornos.

Tomilson se paseaba por el cielo en un horrible trineo negro mientras decía con su voz terrorífica:

- Este será el regalo navideño que tendréis este año... buaajajajaa...

Y se escuchaba el sonido de cosas al caer.

- ¿Qué es eso? ¿Qué les está dando?- preguntó uno de los niños asustado.

- Es carbón- dijo Papá Noel- pero, carbón real. Lo arroja sobre las personas y eso le divierte.

- ¿Por qué?- exclamaron varios niños al mismo tiempo.

- Porque Tomilson odia la magia blanca, queridos. El siempre quiso ser el que repartía los regalos, no se conformaba con ser el jefe del taller, así que se marchó lejos y me dejó con todo el trabajo solo y ahora ha regresado para vengarse. Pero, hay darse prisa, vamos a nuestros puesto. ¡Duendes, guiad a los niños!

Entonces ocurrió lo peor de todo. La oscuridad se hizo más espesa. Todos los presentes sabían lo que significaba aquello: Tomilson iba a por ellos y no estaba solo tenía a su ejército de duendes malvados, que se abalanzaron corriendo hacía los duendes mágicos, ellos no se rindieron cogieron sus aparatos mágicos y lucharon contra ellos; otra parte de los duendes malos fueron a por los niños, y estos, como era de esperar no se hacharon hacía otras, lucharon. Pero todo fue en vano, ya que eran demasiados y Tomilson y su pandilla los llevaron a las cárceles de debajo del taller.

Por culpa de Tomilson, el taller de Papá Noel se había convertido en un taller abandonado, todo estaba oscuro los juguetes de los niños de todo el mundo estaban rotos y tirados a la basura, también, los aparatos mágicos estaban en el despacho de Papá Noel que pasó a ser de Tomilson.

Mientras en la cárcel, Papá Noel y los demás estaban pensando cómo salir. El que vigilaba de que no se escapasen era un duende supermalvado, vestido con ropa negra que, para suerte de nuestros amigos buenos, le encantaba el vino de uvas dulces de Papá Noel y se había tomado dos garrafas de un solo trago, así que se había quedado dormido y súper cerca de la reja. Entonces,Papá Noel tuvo una idea.
- Carol- dijo muy bajito- mete la mano entre la reja para coger las llaves de la celda.
- Sí, pero, si se despierta y ve que no hemos fugado se arruinará el plan.
Entonces uno de los niños dijo.
- Algunos de nosotros y algunos duendes mágicos nos quedaremos aquí arrinconados en la oscuridad para que no sospechen.
A Papá Noel no le gustaba la idea de dejarlos atrás, pero algunos niños y duendes se ofrecieron voluntarios y les dijeron que confiaban en que regresarían a por ellos y además era un buen plan para ganar tiempo y salvar la Navidad.

Así que lo hicieron todo según lo acordado. Papá Noel debía recuperar su oficina. Pero antes, habría que ir al Escondite, con la esperanza de que no lo hubieran descubierto. Así que a continuación, todos fueron hacía allí, por supuesto nadie les vio. Por suerte el lugar permanecía sin ser descubierto, así que pudieron entrar sin problemas Una vez dentro, Papá Noel dijo:

- Amigos,ha llegado la hora os voy a asignar a cada uno una tarea. Niños, vigilareis que no venga nadie con estas capas invisibles no tendrán problemas; Duendes, vosotros os encargaréis de acabar de una vez por todas con esos duendes malos; hacedlo con estas pistolas de dardos tranquilisantes, así los mantendremos dormidos y los meteremos a la cárcel Por último, Carol y yo iremos a recuperar mi oficina dónde se encontraran los polvos de magia blanca que nos servirán para derrotar a Tomilson.

Justo cuando Carol y Papá Noel iban hacía la oficina vieron que Tomilson salía de ella y cerraba la puerta sigiloso y con mucho cuidado. Una vez que Papá Noel y Carol perdieron de vista a Tomilson, entraron con mucho cuidado y cerraron la puerta.

Tomilson había registrado la oficina buscando algo porque todo estaba patas arriba y hacía un frío espantoso. Papá Noel, tenía guardado los polvos mágicos en su caja fuerte que se encontraba bajo la trampilla de la mesa y como Tomilson era muy tonto no la había encontrado, al menos eso esperaban nuestros amigos. Papá Noel abrió la trampilla con la llave que se encontraba entre su barba, y como era de esperar los polvos seguían ahí. Pero, de pronto, Carol dijo.

- Viene Tomilson, ¡Corre, cierra la trampilla! Cuando esté muy cerca de ti lánzale los polvos mágicos. Échate la capa invisible por encima.

Papá Noel le hizo cazo a Carol y... cuando Tomilson estaba muy cerca de donde se encontraba Papá Noel bajo la capa, este le lanzó los polvos con magia blanca y Tomilson gritó:

-¡AHHHHH! ¡LOS POLVOS, NOOOO! ¡Maldita magia blanca! La odio, la odio....

Su grito se escucho por todo el taller con mucha fuerza.

Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos Tomilson desapareció.

Papá Noel y Carol fueron a ver a los niños y les dijo que viniesen con ellos. Todos juntos, fueron a ver a los duendes. Una vez que llegaron, vieron que algunos duendes estaban heridos pero ya estaban siendo atendidos por lo enfermeros mágicos y lo mejor era que habían conseguido poner tras las rejas a todos los malvados. Entonces muchos de ellos le dijeron a papá Noel:

- ¡HAY QUE PONER MANOS A LA OBRA. YA ES 24 DE DICIEMBRE, CORRED!
Entonces fue Carol quien tomó el mando con rapidez.

- Niños, por favor, necesito que limpien todo esto. Mientras, los duendes y yo nos encargaremos de preparar todos los juguetes muy rápido pero, bien hechos. Y Papá Noel con su equipo especial los irá colocando en el trineo.

Así fue, como entre todos lograron que las cosas salieran a la perfección. Al acabar Papá Noel le dijo muy agradecido.

- En estos días habéis sido un magnifico ejemplo. Nunca podré agradeceros lo suficiente. Os traeré los juguetes que queráis y todos los años alguna que otra recompensa extra.

Entonces, los niños se fueron a sus casas muy contentos de haber ayudado a Papá Noel y sus duendes, con la promesa de no revelar jamás lo sucedido para que la Navidad no perdiera su magia. Allí les esperaban sus padres sin recordar nada de lo sucedido porque de que un grupo de duendes mágicos les hubiera lanzado polvos desmemorizadores.

Así fue que Papá Noel consiguió dar la vuelta al mundo esa Navidad en su famoso trineo tirado por los renos y los duendes pudieron acompañarle para repartir los regalos a todos los niños.



Y cuentan que en noches muy, muy frías y silenciosas, cerca de la Navidad, aún se puede escuchar la voz de Tomilson, que grita rabioso desde el castillo encantado: Volveré, volveré... Infeliz Navidad a todos... buajajajajaa...

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