Que tiemblen Edgar Allan Poe, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges... pues ya están aquí los "relatistas" del futuro.

Desde un rincón de Vallecas, derrochando creatividad mientras buscan su estilo, tengo a bien presentarles estas pequeñas joyas literarias. ¿Quién sabe si será el comienzo de algún gran escritor?

Mientras salimos de dudas estos jóvenes "cuentistas" continuarán sacándole punta al lápiz.

martes, 20 de mayo de 2014

EL CABRITILLO LISTO (FINALISTA DEL CONCURSO 5º)

Hace mucho tiempo, yo vivía con mis hermanos y mi madre en una casa en el bosque. Éramos felices, pero un día precioso, cuando nos despertamos, yo que era el más chiquitín de la familia, me senté en una silla mientras mamá nos preparaba el desayuno. Después de tomar la leche, nos dijo nuestra madre que se tenía que ir a traer comida, pues en nuestra casa no quedaba ni una pizca. Antes de salir nos dijo: “¡Tened mucho cuidado, por aquí vive un lobo feroz!” Y nosotros dijimos: “¡Vete tranquila mamá, no abriremos la puerta!”.

Nuestra madre se marchó y yo dije: “¿jugamos al escondite?” Pero como era el más chiquitín no me hicieron caso pues ellos querían jugar al ahorcado. Como yo no sabía jugar, me quedé en mi habitación pensando, “me voy a chivar a mamá, cuando vuelva, de que no juegan a lo que yo quiero”•Salí de la habitación después de una hora porque me aburría, y me acerqué hacia la salida de la casa; de repente oí que alguien llamaba a la puerta y todos mis hermanos casi la abren, pero se dieron cuenta y preguntaron “¿quién es?” y contestó “soy vuestra mamá” y le dijimos “no te vamos a abrir, eres el lobo feroz, eso ni hablar, no te vamos a abrir” y el lobo se marchó muy furioso.

Paseando por el bosque el lobo se topó con los tres cerditos y el lobo de su cuento. Los cerditos tenían una casa de ladrillo; los dos lobos eran viejos amigos y el de los cabritillos le dijo al de los cerditos que se marchara, porque el lobo de los tres cerditos tenía mucha hambre y quería comerse a los cabritillos y él no quería compartirlos, se los quería comer sólo. Así que dejaron este cuento y se marcharon al suyo y el lobo de nuestro cuento se dirigió a nuestra casa otra vez.


Nosotros estábamos jugando al escondite; esta vez mis hermanos sí me hicieron caso, y de repente cuando nos estábamos escondiendo escuchamos ¡TOC, TOC, TOC, TOC “! Abrid, soy el lobo feroz, y si no abrís romperé yo mismo la puerta, ya veréis!” Así que mis hermanos y yo dijimos “inténtalo, no podrás ni romper una pizca, la casa está hecha de ladrillo, no hay nada con lo que la puedas romper, no podrás destruirla nunca en tu vida.” El lobo, enfurecido gritó “así que no vais a abrir, pues no tengo opción soplaré, soplaré y soplaré y la casa derribaré” y lo hizo con todas sus fuerzas pero no pudo; sopló cinco veces, pero no lo consiguió y se cansó. Le dijimos “lo ves, no puedes romperla”; así que el lobo estuvo pensando en un cuento que le contó su abuela cuando era bebé, que trataba de un lobo que se subió por la chimenea, y la dio la idea; se subió al tejado de la casa y entró por la chimenea y dijo “¡AH, AH, AH, AH, AH!, lo veis,

He podido entrar en vuestra casa, os voy a comer a todos, a ver cuantos sois”; pero yo en ese tiempo me fui y me escondí debajo de la cama, y el lobo contó “sois uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis, así que sois seis cabritillos…pues os voy a comer.” Mis hermanos corrieron pero el lobo traía una cuerda muy grande y los atrapó y se los comió y se marchó muy satisfecho.



Al poco tiempo, llegó mi madre y salí de mi escondite y le conté lo que había pasado, que el lobo se había tragado a mis hermanos. Mi madre llorando, cogió un cuchillo cuchillazo, hilo hilazo y aguja agujaza y se marchó.

Yo la seguía y encontramos al lobo tumbado debajo de un árbol. Estaba durmiendo, y mi madre se acercó con mucho cuidado, para no despertarle, vio que tenía la tripa muy gorda y con el cuchillo cuchillazo le cortó la tripa y mis hermanos salieron saltando y llorando del susto. Estaban muy manchados de sangre y mi madre metió un montón de palas de hierro muy pesadas y con la aguja agujaza y el hilo hilazo lo cosió. Mis hermanos, mi madre y yo le cogimos y le metimos en un cohete, encendimos el motor y lanzamos el cohete al espacio y nos marchamos a casa.

Al día siguiente vimos que el lobo llegó volando y cayó en el suelo muy fuerte gritando “ah, ah, ah, ah,” y se murió y nosotros vivimos felices para siempre.

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