Que tiemblen Edgar Allan Poe, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges... pues ya están aquí los "relatistas" del futuro.

Desde un rincón de Vallecas, derrochando creatividad mientras buscan su estilo, tengo a bien presentarles estas pequeñas joyas literarias. ¿Quién sabe si será el comienzo de algún gran escritor?

Mientras salimos de dudas estos jóvenes "cuentistas" continuarán sacándole punta al lápiz.

lunes, 24 de noviembre de 2014

LOS INVENTOS DEL SASTRECILLO VALIENTE

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 Había una vez, en un reino muy lejano, una cabaña en la que vivía yo.

Un día me levanté de la cama y me puse  un pantalón vaquero, una camisa blanca, un chaleco verde y unas deportivas marrones de mala marca. Como solía hacer, empecé a trabajar en un invento que consistía en un artefacto que no desperdiciaba ni una gota de agua los días de lluvia. Lo creé porque en esa ciudad no llovía mucho. Pero de repente mientras trabajaba, rompí una tubería por culpa de una maldita mosca. Ya estaba cansado de que me molestaran las moscas. Tan cansado que hacía una semana había matado siete de un golpe, y como para mí eso era un logro lo fui a contar por todo el pueblo “HE MATADO SIETE DE UN GOLPE”. Incluido a aquel flautista con unos pantalones negros, una camisa blanca, un chaleco verde un gorro

ridículo  y una flauta pequeña marrón que parecía un flautín, que me preguntaba por la ciudad de Hamelin, que por cierto me habían contado que estaba plagada de ratones. Bueno, vamos a volver a la historia pues personalmente me daba igual, porque yo vivía en un pueblo de la costa andaluza y como os conté anteriormente el problema gordo es que no llovía nada de nada.

Como os dije, esa tubería era especial, tan especial, que solo la tenían en una parte del mundo en el continente de Asia, creo que en China. Así que cogí el primer vuelo a China pero me dijeron que tardaba veinticuatro horas, y yo no quería perder ni un segundo por si llovía. Por eso decidí llamar a Pulgarcito que estaba en China escapando del  ogro, para que me trajese la tubería.

Cuando me la trajo, intenté ajustarla pero no valía. Recordé que no era China era Irlanda del Norte… como las dos se escriben con mayúscula en ocasiones me confundo.   
Llamé a Aladino para que me la trajera. Me la trajo ese mismo día y por fin valía.

Aladino decidió quedarse en España para abrir una tienda de agua que se llamaría Agua Mercado y como en este pueblo no había agua sería un gran éxito. Después de semanas abiertos habíamos recaudado la sorprendente y maravillosa cantidad de diez mil litros de agua, que a cincuenta y nueve euros por cada litro, haced cuentas.

Resumiendo, que el negocio fue un éxito, yo ya me veía nadando entre monedas y monedas de oro. Bueno yo sabía que eso no podía ser porque tenía que mandar dinero, es decir monedas de oro a mi padre, que padecía el Síndrome del capitán Garfio que consistía en que se le quitaban las manos y los pies y luego le volvían a aparecer, y cuando perdía la vista, crecía cincuenta y nueve centímetros diarios… tanto que cuando venía a comer no le llegaban los brazos a la mesa. Pero eso ya son desgracias personales que no vienen a cuento, o al cuento.

Finalmente, yo ya no volví a ser pobre nunca más.  


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