En verano yo estaba tan cansada que solo
disfrutaba del sol, hasta que un día una hormiga fuerte pasó por mi lado. Yo me
burlé de ella, me miró y me dí cuenta de que me había metido en un lío.
Entonces corrí muy rápido, después de un
tiempo vigilando me asusté pues apareció en mi cara el Lobo Feroz. El corazón
me latía muy fuerte, casi se me sale del pecho. Después de tranquilizarme el
lobo me preguntó si había visto a una niña con capucha roja. Le dije que se
había ido por la derecha.
El lobo por ayudarle a encontrar a Caperucita
no me asesinó. Cuando se fue el lobo, la hormiga fuerte se fue y llegó la débil,
cargada con un grano de trigo gigante. Entonces
salí de mi escondite y me aproximé a ella y me burlé diciéndole.
- ¿Adónde vas con tanto
peso con el buen día que hace? Con tanto calor se está mucho mejor aquí a la
sombra, cantando y jugando. Estás haciendo el tonto. Me reí sin parar ni
un minuto. Después afirmé “No sabes
divertirte” y seguí burlándome de ella.
Ella no me hizo ni caso y siguió su camino en
silencio y fatigada.
Al día siguiente me encontré a Caperucita. Estaba
asustada y me pidió que le ayudara a escapar del lobo.
Le
contesté “vale te ayudaré”. De repente el lobo apareció y Caperucita se
escondió.
- ¿Has visto a Caperucita?
me preguntó.
- No la he visto- Le contesté.
- Adiós. Se despidió
él.
Se fue y Caperucita me dio las gracias.
Cada día que pasaba por ahí veía a la hormiga
trabajar sin parar, porque tenía una familia que alimentar.
Me puse muy triste porque yo siempre he
querido tener una familia. Después de un tiempo me olvidé de lo visto.
Cada vez que pasaba la hormiga le cantaba una
canción burlona. Decía así:-“Que risa me dan las hormigas cuando van a
trabajar, que risa me dan las hormigas porque no pueden jugar.”
Una tarde Caperucita, que era mi amiga, se
acercó a mi lado y me dijo:
-No
te burles de la hormiga, no te ha hecho nada malo. Ella solo almacena comida
para su familia, porque a ella no le
importa trabajar día y noche. Porque la hormiga solo quiere hacer feliz a su
familia.
A Caperucita le afectó tanto lo que había
dicho que se expresó llorando y con
tristeza. Yo me sentía tan mal por lo que había hecho con la pobre hormiga.
Sin darme cuenta cayó el invierno y con el frío
que me entró fui corriendo a hacerme una casa, pero no me dio tiempo. Mientras
yo no tenía donde dormir, la hormiga y su familia tenían comida suficiente para todo el
invierno. En ese momento me sentí débil, agotada, cansada y tenía mucho miedo a
morirme en el frío invierno. Ahí, me acordé de la hormiga. Me fui corriendo a
su casa a pedirle disculpas, por el camino me caí mucho, pero el último golpe
de frío fue tan fuerte que me rendí.
Al día siguiente la hormiga a pesar de todo lo
que le había hecho me ayudó a escapar
del frío. Me llevó a su humilde morada. Cuando entré por la puerta su familia
me trataba como si fuera uno de los suyos. Me
sentí tan mal por lo que le había dicho que lloré.
- ¿Qué te pasa por
qué lloras? me preguntó la hormiga.
- Porque yo os he
tratado muy mal y me burlaba de ti
cruelmente. Le contesté.
- Lo pasado, pasado está. me dijo la hormiga.
- Muchas gracias por
perdonarme.- repliqué.
Cuando llegó el verano me despedí de la
familia de la hormiga porque me iba a hacer una casa.
Al día siguiente vi a Caperucita pasando por
el bosque, me acerqué a ella y le dije que muchas gracia, pues me había
recordado que no había que ser egoísta con los demás”.
Me dijo que de nada pues para eso, según ella,
estaban los amigos. Y desde ese día todos fuimos amigos y yo aprendí a no
burlarme de nadie.
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