
El
rey encantado con la hija del molinero la llevó sin ella pensárselo, y ya en el castillo la chica le dijo al rey
que se llamaba Rapunser; el rey ordenó que la llevaran a una torre llena de
paja con una rueca y ella que no sabía hilar se puso a llorar, porque tenía que
tejer hilos de oro con la paja.
De
repente abrí la puerta y aparecí en la torre.
Le pregunté “¿qué te pasa hermosa niña?”
Y la chica me dijo “es que tengo que hilar toda esta paja para hacerla
hilos de oro y no sé hilar”. Yo le propuse “¿Qué me darás si la hilo yo?” Y la
chica me respondió “te daré mi collar” pero ella no sabía, que yo era un duende
ladrón y
comencé a hilar haciendo zig zag, zig-zag.
Cuando el rey fue a verla, exclamó “! es cierto, pero lo harás una vez más para
demostrar la verdad” y la llevó a una torre más grande llena de paja.
La muchacha no dejaba de llorar y llorar, yo
la oí y le pregunté “¿que te pasa ahora?” Ella me contó que tenía que hilar toda esa
paja para convertirla en hilos de oro y yo le propuse “¿Qué me darás si la hilo
yo?” Ella me respondió que no tenía nada que darme y pensamos y pensamos hasta
que a mí se me ocurrió decirle que me diera su primer hijo por que yo no tenía hijos
y quería uno pues me sentía muy sólo. Ella pensando que no iba a tener hijos
dijo que sí y yo muy emocionado comencé a hacer zig-zag, zig-zag, y a la
mañana siguiente, el rey fue a verla y le dijo “te casarás conmigo”, porque
toda la paja era hilos de oro, y se vio aún más rico.
El rey llamó a todo el pueblo para celebrar la
boda. Al cabo de unos años tuvieron un hermoso hijo y le llamaron Julián y la misma
noche que nació el niño aparecí yo reclamando mi recompensa, pero la reina no
recordaba nuestro pacto. Cuando pasaron unos minutos me dijo llorando “no, no te
lo lleves”.Su llanto me conmovió y le di una oportunidad “tienes tres días para
adivinar mi nombre”.

Al día
siguiente aparecí encima de la reina y le dije “¿Ya sabes mi nombre? Ella me dijo que
no y yo repetí, “mañana vendré y a tu hijo me llevaré” y ella muy preocupada
llamó a los mejores exploradores y les dijo, “id a averiguar el nombre de ese enano” y todos se fueron y
volvieron, excepto uno al que el leñador de caperucita le dijo que había
escuchado a un enano que cantaba “hoy
tomo vino, mañana cerveza y al niño sin falta traerán, no se rompan la cabeza,
por que el nombre de Esmel nunca adivinarán”. Ese explorador fue corriendo al
castillo y le dijo “ese enano se llama Esmel”.
Al tercer día fui y le pregunté a la
reina “¿Ya sabes mi nombre? Ella me respondió
que sí y yo le pedí que me lo dijera y a mí y a todos mis amigos duendes
que me habían acompañado porque yo no podía solo con el niño. Ella dijo “te
llamas Esmel” y yo me enfadé tanto que mis amigos me sacaron del palacio y
exploté en mil piezas.
Raspután,
rasputín
este cuento ha llegado a su fin.
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