Un día oí decir al granjero
que me iba a entregar a su hijo pequeño, mientras que a los otros les dio la
granja y la paja. Yo estaba muy contento, pero mi amo, el marqués, no tanto.
Él y yo fuimos a pasear por
el bosque y se durmió debajo de un pino. Yo vi que tenía una cuerda
mágica con la que hice una espiral en el tronco de un árbol, salté con todas
mis fuerzas dentro de ella y me transporté al cuento de La liebre y la tortuga.
La liebre roncaba profundamente, la cogí con cuidado y salí de allí.
Por el camino me encontré a
la bellísima princesa Yasmina y me
dijo: - querido gato necesito que me prestes esa liebre
-, yo le respondí: - ¡claro, te la daré! La princesa muy contenta se la llevó y me comentó: “Hoy voy a dar una gran fiesta en mi
palacio, ¿te gustaría venir?”. - No puedo – le
contesté, pero le diré a alguien que vaya a bailar contigo.
Me fui rápido al pino donde
estaba mi amo y al verlo un poco triste le animé a que fuese a la fiesta a la
que iba a asistir DJ Pinocho y que podría bailar hip hop con la princesa.
Mi amo sorprendido e intrigado accedió.
Llegada la noche nos presentamos
en el palacio del rey. Ahí vimos a Yasmina que bailaba animadamente junto con
la liebre y al verla empujé a mi amo para que fuera a bailar con ella.
A altas horas de la
madrugada se acabó la fiesta, estábamos muy cansados de tanto bailar y nos
fuimos a casa. Yo, como no podía dormir, estuve pensando durante mucho tiempo
la bonita pareja que hacían mi amo y la princesa e ideando la mejor manera para
que se pudiesen casar.
Me desperté muy temprano al
día siguiente y, de pronto, me di cuenta de que la liebre, durante el baile, se
había metido, para descansar, dentro de la chaqueta de mi amo. La saqué y le
conté mi plan:
“Necesito derrotar al Gigante
Egoísta y poder darle oro a mi amo y un castillo si quiero que se pueda casar
con Yasmina, ¿me ayudarás?”.
La liebre me respondió que
así lo haría. Me guió al cuento de Pulgarcito para solicitarle su ayuda ya que era
muy pequeño y se podía meter en cualquier lado. Pulgarcito nos prometió su
colaboración, aunque nos dijo que tendríamos que visitar también a El
flautista de Hamelín.
Al llegar al pueblo de
Hamelín nos costó encontrarle y después de mucho buscar dimos con él en un bar
flamenco de la
Plaza Mayor. Le contamos lo que habíamos planeado y se unió a nosotros.
Todos juntos y cada uno con
su papel bien aprendido fuimos al cuento de El Gigante Egoísta. Al entrar lo
vimos muy enfadado y con la voz gruñona nos dijo: “¡eh vosotros!, ¿qué hacéis
en mi castillo?”. Yo le respondí: “Mmmmmm, me han contado que tienes mucho oro
y venimos a pedirte un poquito”.- “Ja, ja, ja” – rió el Gigante. “Ni loco,
¿creéis que os voy a dar mi castillo y todo mi oro?”. Mientras yo le entretenía
di una señal a mis amigos para que empezaran la acción.
El Flautista comenzó a tocar con un sonido muy
chillón, que hizo al Gigante taparse los oídos. Pulgarcito ideó llenar cuatro pequeñas bolsitas de harina. Se las tiró en la cara dejándolo casi ciego y la liebre aprovechando la
situación en la que se encontraba el Gigante, lo empujó hasta hacerlo caer
desde la ventana al foso de palacio donde se ahogó.
Así fue como todos juntos logramos
vencer al malvado y conquistar sus riquezas.
Un tiempo más tarde, cuando el castillo
estaba ya limpio y decorado, mi amo se casó con
Yasmina y así la princesa llegó a ser
marquesa.
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