
Seguí paseándome y de repente encontré a una niña que estaba llorando por su globo que se le había colgado en un árbol; se lo cogí, se lo dí y se fue contenta.
Más tarde un bebé se iba a caer desde la ventana de su casa: corrí para llegar a tiempo, estiré las manos, le cogí y el alcalde me nombro ayudante de la ciudad.
Después de un tiempo conseguí averiguar el antídoto para que mis manos vuelvan a ser normales. Era la manzanilla.
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