Un día de enero bastante frío y lluvioso el circo marchaba a otra ciudad. Recoger las carpas, las jaulas, cerrar las caravanas… siempre era igual, o casi siempre porque ese día no fue así. Ese día la suerte quiso que todos se unieran todavía más.

Viajando por la carretera uno de los camiones volcó por culpa de la lluvia: entonces todos, magos, domadores, payasos etc. ayudaron. Se dieron cuenta que faltaba una de las jaulas: la de los osos polares. Cogieron lo necesario y fueron en su búsqueda. No hizo falta suministrar tranquilizantes a los componentes del circo pues la jaula estaba volcada y la puerta abierta. Pese a estos inconvenientes los osos seguían en el interior de la jaula. Estaban esperando a su domador y con él vino la familia de los osos polares. Los veterinarios dijeron que era algo extraño, puesto que son animales peligrosos.
La realidad es que cuando vieron a su domador los osos lo reconocieron y se tranquilizaron, les crió desde pequeñitos con sus cuidados tan especiales y alimentos y ellos lo sabían.
Cuando todos los integrantes del circo estaban allí, abrazando y besando a los osos, ellos solos se metieron en sus jaulas correspondientes y volvieron todos juntos.
Al día siguiente la carpa del circo estaba montada.
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